+ Estabilidad y gobernabilidad nos estallan en las manos
+ En Pemex, caída vertical en producción y reservas probadas
+ Privatización silenciosa, vía importación de petrolíferos
INFIERNO EN LA TORRE
Francisco Rojas
La estabilidad, gobernabilidad y crecimiento del país nos estallan literalmente en las manos. El terreno está fértil para el desahogo de inquietudes sociales no satisfechas por miopías y torpezas políticas o insuficiencias presupuestales, que pueden ser alentadas por quienes intenten mandar al diablo a las instituciones.Los atentados contra Pemex agravan el lamentable y peligroso estado de sus instalaciones de distribución, a las que no se les dio el mantenimiento adecuado por muchos años. A esto se agrega la caída de 24% del promedio de producción diaria de los pozos y de las reservas probadas en 27% en los últimos seis años. Cantarell disminuye su producción de 2 millones 100 mil barriles diarios en 2004 a 600 mil barriles en 2013.Los otros yacimientos no alcanzarán a compensar la caída y los situados en aguas profundas tardarían más de ocho años en empezar a producir. La producción, exportación y aportaciones a las finanzas públicas disminuirán ineluctablemente.No construir refinerías se ha traducido en una privatización silenciosa de Pemex vía importaciones de petrolíferos por 12 mil millones de dólares anuales, que aumentarán 10% el año próximo. Subsidiar los precios en los últimos 30 meses costó 9 mil millones de dólares, cantidad similar al valor de nuevas refinerías que abatirían las importaciones en 2012.Escoja al villano que más le agrade: Hacienda; restricciones y trámites excesivos; directivos ineptos; sindicato; instalaciones obsoletas e improductivas; etcétera.Y las soluciones planteadas son simplistas y desarticuladas: basta con algunos cálculos para darle más recursos a Pemex; todo se arregla con la autonomía de gestión; hay que sacar al instituto del presupuesto; hay que doblegar al sindicato; Pemex debe ser manejado por empresarios; hay que abrir al organismo a la competencia y permitir la inversión privada; la salida está en las alianzas estratégicas; etcétera.Pemex efectivamente requiere más recursos para exploración, para campos maduros, para aumentar la recuperación del gas asociado, para construir una o más refinerías, para reparar y modernizar el sistema de distribución o para pagar la deuda y cubrir el pasivo laboral.Pero, ¿de dónde saldrían los recursos? ¿De una reforma fiscal raquítica y timorata? ¿De ahogarnos en Pidiregas? ¿De préstamos de las afores? ¿De la absorción por parte del gobierno de la deuda que obligó al organismo a contraer para financiar gasto corriente? ¿De la emisión de bonos o de acciones serie “B”? ¿De una política de precios públicos realista? ¿De una inteligente combinación de medidas?La respuesta del gobierno federal y de cierta clase política ha sido una reforma fiscal que incrementaría los recursos en 115 mil millones de pesos, que espera llegar al triple en el 2012, de antemano comprometida por el pago de pensiones, Pidiregas, IPAB y otros, y que, obviamente, no ataca los problemas de fondo ni soluciona las carencias a que nos hemos referido.Estos parches fiscales suelen ser tranquilizadores de conciencia de algunos políticos y oportunidad para que otros se cuelguen medallas, pero en el fondo son aspirinas porque los recursos adicionales de Pemex en 2006 y 2007, derivados de la anterior reforma fiscal, por 70 mil y 89 mil millones de pesos, respectivamente, se anularon en la práctica al establecerle Hacienda un superávit primario del mismo monto.En los lineamientos de política económica para 2008 se plantea compensar el déficit del gobierno federal con un superávit similar de las entidades paraestatales, en el cual Pemex participa con 98%, incluyendo los recursos extra derivados de la reciente reforma fiscal; nuevamente se repite la historia.Para buscar la solución de fondo hay que armar el mosaico, darle el justo peso a cada elemento, medir adecuadamente los tiempos, diseñar la estrategia de realización y lograr los acuerdos sociales y políticos necesarios, para lo cual no basta con cierto conocimiento teórico del sector energético.Algunos aseguran que sería mejor que la iniciativa privada construyera las refinerías o vendiera libremente gasolinas; que las empresas internacionales explotaran las aguas profundas con contratos de riesgo o que Pemex se desligara de construir y mantener los ductos y las terminales.Pero hay otros que afirman que no hay necesidad de acabar con una empresa que ha sido sostén de las finanzas públicas y del desarrollo nacional; que no se debe regalar el valor agregado de nuestros recursos naturales no renovables y perder la poca soberanía energética que nos queda, sobre todo a la luz de los problemas que plantean los biocombustibles como energía alternativa.En fin, las preguntas son muchas y las posibles respuestas son múltiples; por ello debemos discutir libre y abiertamente, y asumir una posición razonada y consensuada que tenga en mente el interés nacional, la soberanía energética y el bienestar de los mexicanos de hoy y mañana. EL UNIVERSAL, 18 septiembre, 2007.- http://bit.ly/aQeHlo