+ Con reformas light, habrá crisis en 2012 o antes
+ Opacidad en el destino, control y evaluación del gasto
+ Es mejor reforzarlas y no crear instituciones paralelas
LAS INSTITUCIONES Y LA REALIDAD
Francisco Rojas
Las reacciones respecto al proyecto de reforma hacendaria, al régimen fiscal de Pemex y a la visita del presidente de Brasil son ejemplos de cómo hemos ido restándole credibilidad a las instituciones y distanciándolas cada vez más de la realidad.
Nuevamente se ha mostrado con crudeza nuestra acendrada reticencia a pagar impuestos y nuestra voluntad por apoyar una reforma fiscal que surta efecto sólo en “los bueyes de mi compadre”. La desgarradura de vestiduras es patética y las amenazas y chantajes abundan; la debilidad de las instituciones se ha hecho evidente y nuevamente tendremos una reforma light, que permite vislumbrar una posible y peligrosa crisis alrededor de 2012 o antes, si es que la situación financiera internacional se escapa de control.
Atrás de la desconfianza popular en las instituciones y su renuencia para cumplir con sus obligaciones ciudadanas está la opacidad del destino, control y evaluación del gasto público, que constituye otro ejemplo de evasión de responsabilidades y abandono de facultades institucionales. En la vigente Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria se determinó establecer un Sistema de Evaluación de Resultados que tendría que estar terminado en 2008, y se previó en el espíritu de la ley otorgar mayores facultades al Congreso, a través de la Auditoría Superior de la Federación, para exigir información oportuna, transparente y la rendición de cuentas sobre los resultados obtenidos con el pago de impuestos.
Pero lejos de demandar el cumplimiento de la ley, parece ser que algunos legisladores e intelectuales avalan empezar todo de nuevo apoyando la creación de un consejo o un instituto de evaluación, con más burocracia y gasto que, además de descubrir el hilo negro, libere de responsabilidades a quienes ya deberían estar creando con las dependencias y entidades los indicadores de gestión, formulando con ellas los esquemas de compromisos y diseñando los sistemas de información y rendición de cuentas.
Vaya manera de hacer valer la investidura que el pueblo les confirió como sus representantes, ya que en vez de reforzar las instituciones existentes parece ser que se quiere crear otras paralelas y que una junta de notables gobierne el sistema y, por qué no, el país.
¿Por qué, en su lugar, no se dota a las comisiones del Congreso de mayores facultades y medios para que funcionen permanente y eficazmente en el control y evaluación concomitante de la política hacendaria? ¿Por qué no se hace lo mismo con la Auditoria Superior de la Federación y se le otorgan “dientes” y presupuesto para que funcione verdaderamente como el órgano de control y evaluación del Poder Legislativo?
La visita del presidente brasileño, además de grata, fue una saludable corrección de las torpezas e infantilismos de Fox. Su presencia y expresiones despertaron entusiasmo y alimentaron esperanzas de un nuevo entendimiento y una posible solución a ciertos problemas, especialmente el energético. Pero disipado el humo diplomático, hay que analizar cuidadosamente las declaraciones de los experimentados y hábiles directivos de Petrobras.
El señor Gabrielli de Azevedo, su presidente, declaró que “no les interesan ni los contratos de servicios múltiples ni los de obra pública que utiliza Pemex”. Otros funcionarios señalaron que Petrobras sólo opera mediante contratos de riesgo, en los que se compartan beneficios de la extracción, tanto en términos de volumen como de registro en libros de reservas descubiertas, así como los riesgos inherentes en caso de no encontrarse hidrocarburos.
Dichos funcionarios conocieron los proyectos para aguas profundas que contempla Pemex en su Plan de Negocios 2007-2015, y dado que éstos tomarían de seis a ocho años desarrollarlos, daría “tiempo suficiente para desarrollar nuevos modelos de contratos que permitieran la inversión privada”, que ahora está vedada constitucionalmente.
Las declaraciones anteriores seguramente acelerarán a los que quieren privatizar Pemex a cualquier costo, desalentarán a otros que veían a Petrobras como la salvación pero, para muchos de nosotros, serán un incentivo para encontrar nuestras propias soluciones, que no son simplemente darle más recursos al organismo. Pemex requiere efectivamente mayores recursos para exploración, compra de tecnología, investigación y capacitación para explotar las aguas profundas, los campos maduros, el gas, modernizar el sistema de refinación y el de ductos, invertir en alianzas estratégicas, etcétera.
Pero debe ser un enfoque integral que comprenda, además, una cirugía mayor en sus sistemas operativos y gerenciales, una organización y funcionamiento como empresa, sanear pasivos contraídos para financiar gasto corriente del gobierno federal, una política de precios realista, una adecuada política laboral, etcétera, pero sobre todo, que se le desligue del trapecismo político y financiero para mantener el equilibrio fiscal en las cuentas nacionales.
EL UNIVERSAL, 21 AGOSTO, 2007.- http://bit.ly/dtLovX
Read Full Post »